Encender la llama.
Sostener la llama.
El aire, que no falte.
La cera, el pavilo.
El secreto está en el aire.
La alquimia y la materia prima.
Por eso planto y cultivo.
Encuentro y remuevo
ojos, lenguas, pieles.
Trazo caricias suaves
y cierro los ojos para sentir
el aire que nos limpia y se ríe.
Por eso enebro palabras
a veces pocas, a veces todas.
Y observo sus secretos
para entender y no olvidar.
Por eso huyo a mi cueva,
mi monte, mi guarida
donde hibernar lejos
de la radiación tóxica
de quien escupe y grita
muerta el alma
de miedo a no ser suficiente.
No silos de aire
acumulado y rancio.
El aire estancado sin aire
y máquinas de desestancar.
El aire nuestro de cada día.
El derecho a sostener la llama
latente en la mesa filosofal,
silbadora en mis sueños
ardiendo
en el centro de la reunión.